Era
grande y robusta. Pero para un grupo de sus compañeros de colegio era
“gorda fea” o “mofletuda”. Era el trato que recibía a diario y en
reiteradas ocasiones una estudiante de 15 años de un plantel particular
de Portoviejo (Manabí), quien –afectada por la agresión psicológica–
pidió a sus padres que la cambiaran de plantel y la apoyaran para
hacerse una cirugía bariátrica.
“La vi hace poco y estaba bien, recuperada, pues había sufrido un
bloqueo social”, relata Ernesto Luque, técnico del Consejo Cantonal de
la Niñez y Adolescencia de Manabí, adonde llegó el caso de la joven,
quien perdió peso luego de la operación.
El de ella fue uno de los veinte casos de acoso escolar, conocido en
los últimos tiempos con el término inglés bullying, que trató esa
oficina en Portoviejo durante el año 2013. Pero es apenas una muestra de
una problemática mundial que gana terreno en el país, donde seis de
cada diez estudiantes son víctimas de acoso de parte de sus compañeros.
En Ecuador, según la Encuesta Nacional de la Niñez y la Adolescencia
(ENNA), el 64% de menores escolarizados, de 8 a 17 años, declaró haber
presenciado peleas entre alumnos; un 57% dijo que destruían cosas de los
otros; y un 69%, que molestan o abusan de los más pequeños.
El informe, hecho en el 2010 por el Observatorio de la Niñez y
Adolescencia, también revela que el 63% de alumnos molesta a otros por
ser diferentes; el 74% insulta o se burla; y el 53% sufre robos.
“Lo que está sucediendo en las aulas es un fenómeno muy antiguo, no
es reciente. Lo que sucede es que ahora lo estamos estudiando. Pero
siempre estuvo ahí”, explica Berenice Cordero, experta en niñez.
El bullying es un fenómeno mundial que ocurre por igual en escuelas
públicas o privadas. Fue Dan Olweus, un profesor noruego de Psicología,
quien acuñó a inicios de los años setenta el término (y lo definió como
una conducta de persecución física o psicológica que realiza un alumno
hacia otro. Esta puede implicar contacto físico, verbal, gestos
insultantes o exclusión intencionada, pero siempre conlleva un
desequilibrio de poder.
“Cuando en los 70 empezamos a investigar, nos decían que la violencia
era algo natural, que forma parte de la educación, que hay que vivir
con ella como una manera de adaptarse a la vida posterior a la escuela.
Pero, afortunadamente, pasó de ser algo natural a un problema social”,
afirma Olweus en su publicación Acoso escolar, “bullying”, en las
escuelas: hechos e intervenciones.
En eso coinciden psicólogos y especialistas en temas de la niñez: el
acoso siempre existió, pero antes era considerado normal y no se
denunciaba. “¿Por qué ahora se escucha más el acoso con la etiqueta
bullying? Porque la sociedad ya no está tolerando la agresión como lo
hacía antes y se expresa. Hace años, la sociedad era tolerante a la
violencia, de ahí frases como ‘la letra con sangre entra’”, indica el
psicólogo clínico Wilson Betancourt.
Pero hoy el acoso también presenta un agravante: su práctica es cada
vez más violenta, según se evidencia en denuncias presentadas ante las
unidades educativas y la Dinapen. En Quito, la semana pasada se hizo
público el caso de un alumno de colegio de 13 años, quien fue aislado al
ser señalado como agresor de otro menor que fue hallado en el baño,
atado de pies y manos, con una media en la boca y un pasamontañas en la
cabeza.
En Guayaquil, en noviembre pasado, cuatro estudiantes de un colegio
del suburbio fueron sancionadas con medidas socioeducativas (charlas una
vez por semana, durante tres meses) por el Juzgado 15º de la Niñez y
Adolescencia del Guayas, tras haber golpeado a una compañera.
Margarita Velasco, directora del Observatorio de la Niñez y la
Adolescencia, dice que ahora es mucho más agresivo porque es más
orquestado entre los jóvenes y traspasa incluso el ámbito escolar: se
evidencia a la salida del plantel, camino a la casa y en las redes
sociales, una acción que se conoce como cyberbullying.
En el espacio digital, menores crean cuentas en redes sociales con
fotos de sus compañeros, los ridiculizan con montajes o comentarios, o
llegan a filmar agresiones y las publican. Los ataques se centran en la
apariencia física, las discapacidades, sexualidad, raza, condición
social o si es buen o mal estudiante.
Un maestro de Estudios Sociales de un colegio nacional dice que en
ese y otros planteles los acosadores ponen apodos, les tiran los
cuadernos o los dañan y les lanzan objetos. “Forman grupos; si alguno no
obedece las órdenes que dan, vienen las agresiones, entre hombres y
mujeres. Como no pueden hacerlo adentro, acuerdan pelearse en la vía
pública”, señala.
Los maltratos que han sido reportados a la Dinapen Guayas, según su
jefe, Daniel Paredes, tienen que ver con agresiones físicas, sexuales y
psicológicas. “No se dan violaciones, pero sí atentados al pudor”,
aclara Paredes. También es habitual degradar a las personas y dejarles
marcas en la piel por los golpes.
“La violencia nace en los hogares y se traslada en forma de acoso o
bullying a las aulas”, dice Diana Galarza, jefa del Departamento de
Violencia Intrafamiliar de la Policía en Guayas. Lo asegura por los
estudios que, cuenta, se están haciendo a los perfiles de los chicos
violentos.
Tanto víctimas como agresores tienen un comportamiento definido. El
acosador, explica el psicólogo educativo Napoleón Vásquez, suele ser
agresivo, rebelde y proviene por lo general de un hogar disfuncional.
“Es un niño que sufre, a lo mejor más que el acosado, y eso le provoca
agredir al otro”, dice. La víctima suele ser un niño sobreprotegido,
aplicado, pero que no socializa con los otros, tímido e inseguro. El
primer síntoma del acoso es que no quiera ir a clases.
El acoso tiene un efecto directo en el rendimiento del niño. Una
investigación de Cepal (Comisión Económica para América Latina y el
Caribe), de 2011, denominada América Latina: Violencia entre estudiantes
y desempeño escolar, detectó que en Ecuador la violencia en el aula
genera bajo rendimiento en matemáticas y lectura. Además, el país ocupa
los primeros lugares (entre 16 evaluados) en las cifras de estudiantes
de sexto grado que declaran haber sufrido el robo de sus cosas (47,6%) o
haber recibido maltrato físico (21,9%).
El Ministerio de Educación ha pedido que los alumnos, padres y
profesores denuncien los casos de acoso escolar y el año pasado dispuso
la elaboración de un Código de Convivencia en los planteles para normar
cualquier tipo de violencia, explica María Fernanda Porras, directora
nacional de Educación para la Democracia y el Buen Vivir. Anuncia que en
febrero próximo se iniciará en Cotopaxi un proceso de capacitación a
profesores con expertos de la organización Visión Mundial. Se prevé
extenderlo a todo el país.
EXISTEN DISTINTAS FORMAS O TIPOS DE ‘BULLYING’:
Verbal, como insultar, burlarse, poner apodos, ridiculizar, humillar…
Físico, como propinar empujones, codazos, golpes, patadas, palizas…
Emocional, haciendo chantaje o extorsión para conseguir algo, como por ejemplo dinero.
Sexual, aunque es el menos frecuente, hace
referencia a comportamientos que implican manoseos a la víctima sin su
consentimiento, realización de gestos obscenos, llegando a demandas de
favores sexuales.